Me han referido mis padres que todavía no es lejano el tiempo en el que el  servicio social estuvo asociado solamente a una labor dadivosa de parte de personas filántropas, la iglesia y poco o nada hacía el Estado por atender a grandes sectores de la población que se mantienen desde hace     décadas en niveles de pobreza y pobreza extrema.

Y es que el servicio social en antaño estaba ligado a los deberes y obligaciones de un buen cristiano, como concepción de la religión, más no de la entrega de solidaridad con respeto, no con humillaciones hacia los que siempre no tuvieron nada de parte de los que lo tenían todo.

El hacer servicio social hoy en día tiene múltiples rostros desde los esfuerzos individuales de ciudadanos, cuya sumatoria hacen los esfuerzos colectivos por tratar de implementar acciones cada vez más cercanas a políticas sociales que deben ser implementadas por los gobiernos de turno y apoyadas con la participación de todos.

No basta con que grupos realmente  reducidos de ciudadanas y ciudadanos con un concepto elevado de lo que se puede hacer en servicio social realicen, si no está fundamentalmente orientado y dirigido por el Estado a través de políticas sociales que de manera real brinden cada vez a más ecuatorianos atención  social a sectores desatendidos de personas con discapacidad o simplemente a niños, jóvenes, adultos mayores, entre otros.

Pero no debe confundirse el hecho de que la gran labor social de un Estado está en la entrega de bonos que lo que hacen es alejar más la posibilidad de que esos recursos sirvan para implementar verdaderas políticas de Estado en salud, educación fundamentalmente y no se conviertan como ocurre en la actualidad en instrumentos para  la manipulación de sectores que terminan vendiendo hasta sus conciencias.

Por: Camila Rodríguez 

Corresponsal 

Academia Militar del Valle 

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